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Lhasa, Tíbet, 2000

Fotografié a este viejo monje en el templo de Templo Jokhang en Lhasa.  Llevo varias décadas viajando una y otra vez al Tíbet. Es un lugar que me intriga; me encanta el paisaje, la imponente cordillera del Himalaya, el modo de vida, la cultura budista. Ese espíritu contemplativo, la serenidad... Y los monasterios están abiertos y son de libre acceso para que el viajero se detenga, deambule y explore. Creo que un buen retrato es el que se queda contigo, el que no puedes olvidar. Una imagen que cuenta algo, que revela algo sobre la persona fotografiada. Este viejo monje tenía una gran personalidad, desprendía emoción. Y, con él allí mirando hacia mi objetivo, yo le observaba y me preguntaba qué clase de vida había llevado, llevaba más de 70 años en aquel monasterio de Lhasa. Entró en el monasterio a los 7 años y había dedicado toda su vida a meditar y estudiar, con una durísima disciplina. Se levantan a las 4 de la mañana, comen dos veces al día… podemos ver que la vida de un monje en el Tíbet no es fácil, se trabaja mucho y es duro físicamente, aparte del tiempo dedicado al estudio y la meditación. Es una vida de estricta disciplina y en un entorno muy adverso.

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