La imagen de este niño de Yemen, enmarcado entre su tío y su padre, me pareció muy conmovedora. La expresión del niño era muy sincera. Me encanta fotografiar a los niños y a menudo empatizo con ellos, porque les toca que vivir en un mundo de adultos cuando en realidad ellos lo único que quieren es jugar y divertirse. Vemos en la foto que los dos hombres, su padre y su tío, llevan dagas de ceremonia. Todos los hombres adultos de Yemen llevan este cuchillo en la cintura, a modo de cinturón. Es una tradición, y es habitual verlo en cualquier lugar de Yemen. Yo había asistido a una boda aquel día y estos dos hombres se iban ya a casa con el niño. Habían pasado todo el día bailando, cantando y comiendo. Había música, la gente charlaba… pero yo notaba que el niño estaba un poco aburrido. Probablemente no quería estar allí, quería estar jugando con sus amigos. Así que dejé a los dos adultos fuera del encuadre y quise enfocar sólo a este niño pequeño, que tenía una expresión más bien triste. Se notaba que estaba deseando llegar a casa y seguramente le fastidiaba haber tenido que pasar todo el día entre adultos. Me encanta este tipo de luz para los retratos, plana, suave y apagada. Siempre quiero poder ver los ojos. Por eso busco una cierta oscuridad con una luz tenue, para que los ojos de la persona ante la cámara se abran completamente y así poder mirarla realmente, conocerla, verle los ojos, observar su expresión natural y relajada.